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El tercer enterramiento del Guiniguada

Desde meses atrás hemos venido observando las maniobras entre el Cabildo grancanario y el Ayuntamiento de la capital para que la corporación municipal renuncie a la financiación reservada al convenio para resucitar nuestro barranco fundacional, iniciativa nacida en la década anterior y con la que se pretendía comenzar -que no hacer del todo- a recuperar nuestro otrora río Guiniguada (luego barranco cuando la desforestación salvaje de la Isla acabó con el agua que discurría por su cauce durante todo el año) y actualmente prescindible autopista de muy escaso uso. Este proyecto pretendía recuperar la unión con el mar de los barrios de Vegueta y Triana a la altura de la desembocadura del barranco y el desenterramiento de parte del mismo hasta la  altura del actual rectorado de nuestra Universidad.

El barranco Guiniguada hacia 1900. Fotografía de Luis Ojeda Perez. Archivo de la FEDAC

El barranco Guiniguada hacia 1900. Fotografía de Luis Ojeda Perez. Archivo de la FEDAC

De los muchos atentados medioambientales perpetrados en la isla de Gran Canaria este fue de los más atroces, siendo realizado por el alcalde franquista José Ramírez Bethencourt y consentido por la sociedad de la época. Como premio a sus méritos pusieron su nombre a la Avenida Marítima, lo que aún hoy nadie ha corregido, lo que también supuso otra gran destrucción realizada por su mano y que sepultó las playas, arrifes y costas originales de la ciudad desde el puerto hasta La Laja, guillotinando cualquier comunicación de la capital y sus ciudadanos con el mar y convirtiendo la actual autopista en una barrera insalvable para disfrutar de él.
Estas acciones no sólo supusieron un enorme daño ecológico, sino la desaparición de dos de las principales señas de identidad capitalinas, tanto desde el punto de vista patrimonial como cultural. Sin embargo, en los años noventa del siglo XX comenzaron las iniciativas para su recuperación. El malogrado «Proyecto Guiniguada», obra del arquitecto Fernández Aceytuno, comenzado en 1997 con financiación de la Unión Europea y que involucró a varias administraciones insulares, perseguía “recrear el paraíso posible” en la parte más urbana del barranco Guiniguada, una zona de alto valor paisajístico, histórico y patrimonial en la que, a pesar de su degradación, pretendía recuperar y aunar los usos rústicos tradicionales con la periferia de la ciudad. En 2002 fue definitivamente abandonado, pero dejó un saldo positivo, consiguiendo que el barranco empezara a dejar de ser un basurero, controlando los vertidos y mejorando parte de las áreas degradadas.

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