Ahora está en el candelero, para no dejar de hablar en ningún momento de Cataluña y los catalanes -cuestión que este gobierno psocialista ha convertido en eje de nuestras vidas- la cuestión de las corridas de toros y su prohibición en aquella antes región y en el futuro Estado.
Ciertamente no es un tema la tauromaquia que me produzca ni frío ni calor. Entiendo tanto a los que la defienden como tradición de siglos que supone uno de los más destacados emblemas de la identidad nacional en todo el mundo, como a aquellos que dicen que son una tortura que debe ser eliminada sin paliativos por el sufrimiento que se le inflige a un animal bravío que no retrocede ni ante el fuego.